Todas y todos en la comunidad ENAC sabemos que el modelo formativo de nuestra institución se enfoca en el aprendizaje por competencias. Es decir, saber conceptualmente, saber-saber, saber -hacer, y saber ser. Las dos primeras nos parecen fácil de lograr, después de todo, tenemos que incorporar los contenidos enseñados y ponerlos en prácticas. Queda claro: estudio y practico, pero de pronto me encuentro con el “saber ser” y me pierdo.
Sabemos también que desde que nacemos se van formando e incorporando actitudes y formas, en general copiadas de la familia, amistades, entorno etc. Sin embargo, es normal a veces carecer de nociones respecto de lo que espera de nosotros nuestro entorno, sobre todo el académico, después de todo, nuestros amigos y familia saben cómo somos, pero en el entorno académico podemos sentir cuestionamientos que nos frustren.
Por todo lo anterior, los invito a leer lo escrito a continuación y reflexionar, pensando: ¿Y si no todo está perdido? A veces podemos cansarnos o sentirnos cuestionados, sentir que no nos entienden o que todo lo que hacemos está mal, que nos juzgan, que no servimos. Y nos enojamos, nos defendemos, porque nos duele, porque es más fácil pensar que los demás están en nuestra contra.
¿Y si en vez de herirnos, quieren ayudarnos a crecer? La retroalimentación no siempre viene en palabras suaves, pero a veces es el lenguaje que la vida usa para decirnos “tú puedes más, yo veo en ti algo que ni tú estás viendo”.
Podemos estar cansados, pero nuestro valor no depende de que todo nos salga bien. Nuestras historias importan, tu historia importa. Incluso cuando te equivocas, incluso cuando reaccionas mal. Docentes y jefaturas de carrera no estamos para rendirte juicio, sino para levantarte, para enseñarte a mirar con otros ojos incluso cuando no tengas fuerzas. No apagues tu luz. Tal vez no la veas, pero otros sí la necesitan.
Estás creciendo, aunque duela, aunque no lo veas aún. Piensa en que tu reacción no te define, pero la capacidad de levantarte, sí. Muchas veces no alcanzas a ver cómo lo que proyectas influye directamente en cómo se abren -o cierran- puertas.
¿Y si lo que proyectas no es lo que realmente eres? Tu forma de hablar, tu manera de vestir, tu actitud frente a los demás, todo eso habla por ti antes de que puedas explicar quién eres realmente. Y a veces, sin querer, esa primera impresión puede cerrarte puertas que ni siquiera sabías que estaban abiertas. Se trata de ser consciente de cómo te ven, cómo te escuchan, cómo tus gestos o palabras impactan.
Está bien, nadie espera que seas perfecto, pero sí que estés dispuesto a crecer. A veces te corrigen y lo tomas como un ataque, pero en realidad, es una oportunidad, porque cuando alguien se detiene a darte una retroalimentación, por incómoda que sea, no está apuntando a destruirte, está diciendo “tú puedes más, yo veo más en ti”. Estás en proceso. Y eso ya es admirable.