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Columnas | “Belleza sin fronteras: ¿Oportunidad o amenaza para los profesionales chilenos?”

Tecnóloga Médica con mención en laboratorio clínico hematología y banco de sangre, Esteticista integral y Magister en desarrollo organizacional y gestión de personas, entre otras carreras y distinciones, María José Rojas, Jefa de Carrera de Técnico en Cosmetología y Estética Integral ENAC, aborda en esta columna el nuevo contexto que enfrenta el rubro, entre escenarios cambiantes y desafíos éticos.

En los últimos años, la estética ha dejado de ser un lujo reservado para unos pocos para convertirse en parte del día a día de muchas personas en Chile. Hoy, no solo se busca verse bien, sino sentirse bien consigo mismo. En este nuevo escenario, la llegada de esteticistas extranjeros ha marcado una transformación visible, generando tanto beneficios como desafíos para el rubro nacional.

Por un lado, su arribo ha contribuido a mayor acceso a tratamientos estéticos debido al aumento de la oferta y variedad de técnicas, lo que ha vuelto que los precios sean más accesibles, y la curiosidad de quienes antes miraban desde lejos ha ido en incremento. Muchos profesionales chilenos han visto en esta expansión una oportunidad para reinventarse, perfeccionarse y elevar sus estándares. La demanda ha crecido, y con ella, la motivación por ofrecer un servicio cada vez más profesional, ético y actualizado.

Sin embargo, este fenómeno también ha revelado una cara compleja. No todos los tratamientos que se ofrecen están dentro del marco legal chileno, y no todas las personas que los realizan cuentan con la formación adecuada para garantizar la salud y seguridad de los pacientes. Hemos visto, con preocupación, cómo algunos procedimientos invaden competencias médicas, esto debido a que la formación de esteticistas extranjeros tiene un alcance muy distinto a lo que la estética bajo el marco legal chileno permite. Esto no solo pone en riesgo la integridad de quienes se someten a ellos, sino que también desprestigia a un rubro que, cuando se ejerce con responsabilidad, merece todo el reconocimiento.

La ética en estética no es opcional. No se trata solo de embellecer, sino de cuidar. De respetar los límites profesionales, de informar con claridad a los pacientes, de rechazar prácticas ilegales por muy lucrativas que parezcan. La estética debe ser una herramienta de bienestar, no una ruleta rusa de resultados inciertos.

Hoy más que nunca, tenemos la responsabilidad de educar, regular y elevar la profesión. Que la apertura del público hacia los tratamientos estéticos sea el motor para consolidar una estética responsable, donde la competencia sea justa, los estándares sean altos y la ética no se negocie.

Porque la belleza, para ser verdadera, debe partir desde la conciencia.

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